La Hoja Oficial de Alicante (28 / IV / 1939) cifraba en
seis mil ochocientos a la población reclusa en Albatera; mientras que la memoria anual
de 1938 hablaba de la posibilidad de albergar a dos mil personas. Obviamente, la última
fuente estima esa cifra respecto a las estructuras habitacionales; sin embargo, los presos
de 1939 se instalaron en el terreno que circundaba los barracones. Entre los
testimonios, las cifras oscilan llegando incluso a hablarse de 20.000 ó 30.000
En cuanto a la alimentación, se trataba de un menú que
ninguno de los supervivientes a conseguido olvidar: pan y sardina. Con el paso del tiempo
y con un número de presos sensiblemente disminuido, el racionamiento evoluciona de las
sardinas y el pan a un plato de caldo de lentejas
Aunque este plato ya había sido común para algunos
presos en el Campo de los Almendros, no menos denigrante resulta el hecho del estado de
las letrinas. A pesar de que entre las instalaciones republicanas hay constatación de la
existencia de servicios, nunca éstos fueron utilizados por los reclusos que, durante los
primeros días, realizaban sus necesidades en cualquier parte. Para resolver el problema
que había provocado la alarma en la dirección, mandaron abrir zanjas en el terreno a
modo de letrinas. Éstas se situaban justo debajo de las alambradas, con lo que conllevaba
otras consecuencias indirectas el acercarse a ellas, ya que según nos indica un
superviviente, a cada preso le pertenecía un número y un grupo. Así pues, como medida antifuga
se dictaminó que se fusilaría al número anterior y posterior que correspondiera con
respecto al del fugado. Así, se conformaba una red de vigilancia interior con toda la
fuerza que esa dominación psicológica y de enfrentamiento entre los reclusos conllevaba
para los vencedores.
Además de estos asesinatos, también se cometían otros
merced a las conocidas como sacas de los falangistas o ruedas. Tanto en este
lugar, como en otros centros de similares características, era un hecho habitual el que
grupos de falangistas y caciques venidos de diferentes lugares viajaran a estos campos en
busca de enemigos políticos paisanos que habían sido reclamados y de los que, una
vez encontrados, ya no quedaba ni rastro
Sobre las formas en que encontraron la salida estos
supervivientes, podríamos escribir largo y tendido, ya que se debieron a causas muy
heterogéneas: desde el traslado por enfermedad, pasando por el traslado a prisión; hasta
la fuga, tras una ambigua medida burocrática ejercida desde el campo, mediante la cual
dejaban a salir a los presos con la condición de que se presentaran ante el alcalde de su
ciudad.
Los centros penitenciarios fueron el siguiente destino de
los reclusos republicanos que sobrevivieron al campo de concentración de Albatera, que no
de exterminio, a pesar de que así ha sido denominado por muchos autores; ya que no
era el objeto de estos campos el del exterminio -a pesar de que se diese lugar a ello, en
determinados momentos, en función de la criminalidad de los individuos o de la llegada de
grupos falangistas- sino el de la humillación, el uso de la fuerza de trabajo y la
represión de la moral. El concepto de exterminio se refiere al asesinato masivo,
como bien sería aplicable a campos nazis, pero no a este elemento concreto del
franquismo. |